Anfiteatro recuerda a Favaloro

29 julio, 2015

Gimnasia Esgrima La Plata inauguró un anfiteatro verde en el «Paseo Dr. René Favaloro» en honor a su hincha más ilustre. Hace 15 años el prestigioso médico platense decidió quitarse la vida

En un nuevo aniversario del suicidio de René Favaloro, Gimnasia Esgrima La Plata, club del que era hincha el prestigioso cardiólogo platense, inauguró un “anfiteatro verde” en un paseo bautizado con su nombre, frente al estadio del club enclavado en el Bosque.

La presentación del se realizó a partir de las 14 horas con una serie de actividades artísticas. El nuevo espacio está ubicado en el triángulo comprendido entre las avenidas Iraola, 60 y la calle 118.

René Gerónimo Favaloro nació un 12 de julio de 1923 y vivió una infancia humilde en el barrio El Mondongo junto a su padre carpintero y su madre una modista. Siempre estuvo comprometido con el conocimiento, gracias en parte a su abuela materna, quien le transmitió su amor por la naturaleza y la emoción al ver cuando las semillas comenzaban a dar sus frutos. A ella le dedicaría su tesis del doctorado: “A mi abuela Cesárea, que me enseñó a ver belleza hasta en una pobre rama seca”.

En los potreros aprendió a amar el fútbol, y se hizo un hincha fanático de Gimnasia y Esgrima La Plata. Siempre estudioso, fue un alumno aplicado que hizo de la autodisciplina una filosofía de vida.

En 1949 se graduó como médico en la Universidad Nacional de La Plata para luego cumplir con su anhelo de ejercer su profesión en algún pueblo del interior. Por eso, un año después se radicó junto a su novia de la infancia y esposa en Jacinto Aráuz, un perdido pueblito de La Pampa, donde se interiorizó sobre las profundas necesidades sanitarias del pueblo.

Austero, vivió con su mujer en una vieja casa. En su libro Recuerdos de un médico rural, cuenta: “En ella empezamos a organizar eso que llamamos clínica y que, en verdad, era sólo un centro asistencial adecuado a las necesidades de la zona”.

Dos años después de la radicación de Favaloro en La Pampa, llegó su hermano, también médico, y con grandes sacrificios armaron una sala de cirugía. Empecinados, trabajando más de 12 horas por día, los dos hermanos pudieron por fin comprar un equipo de rayos X. Escribía, “Todo lo que ganábamos lo invertíamos para agrandar y mejorar la clínica. Jamás compramos una sola hectárea de campo en Jacinto Aráuz.”

Pero su destino no era el de ser un buen médico rural, y decidió buscar otros horizontes y profundizar su especialización en la medicina. Así, viajó a los Estados Unidos, a la Cleveland Clinic, para acrecentar sus conocimientos en cardiología. Allí permaneció durante 10 años, dedicándose a la investigación y a la práctica de modernas técnicas quirúrgicas.

Llegaría así su gran y trascendental aporte a la cirugía cardiovascular: la técnica del bypass, una técnica de cirugía directa de revascularización miocárdica que desarrolló personalmente y que consis¬tía en salvar las obstrucciones en los vasos sanguíneos al construir un puente entre dos venas o arterias.

La primera operación la hizo con una técnica personal y distinta a las que se utilizaban en ese momento: reemplazó el trozo de arteria coronaria dañado por una porción de vena safena.

En 1992, The New York Times lo consideró un “héroe mundial que cambió parte de la medicina moderna y revolucionó la medicina cardíaca”. El diario estadounidense no exageraba: Favaloro realizó 13.000 by-pass hasta sus 69 años, cuando decidió dedicarse íntegramente a la enseñanza.

Su paso por la célebre Cleveland Clinic y sus hallazgos científicos, le dieron un prestigio internacional que su modestia trataba de atenuar. Es larga la lista de distinciones internacionales que recibió. Pero la que más lo emocionó fue cuando en 1980 la Universidad de Tel Aviv lo designó Doctor Honoris Causa.

Las ofertas de clínicas de prestigio internacional, que Favaloro recibía en forma permanente, no pudieron disuadirlo de su regresó a la Argentina en julio de 1971. Una vez en el país, su centro de operaciones fue el Sanatorio Güemes y posteriormente crearía la Fundación Favaloro, con la que realizó decenas de trasplantes de corazón en el país.

Una grave crisis financiera en su clínica y la falta de ayuda angustiaron a Favaloro y le hicieron temer por el futuro de su Fundación. Ante tanto abatimiento decidió quitarse la vida el 29 de julio del 2000. El hecho trágico e inesperado produjo una gran consternación popular. A Favaloro se lo admira por su pericia como uno de los mejores cardiocirujanos del mundo.


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