Los estorninos bajo la lupa de investigadores de la UNLP

21 marzo, 2016

Investigadores de la Universidad Nacional de La Plata elaboraron el primer estudio del país sobre los distintos aspectos de la invasión del Estornino Pinto en la Argentina. Según afirman los especialistas, los datos recogidos podrán utilizarse para implementar estrategias de control de esta especie que, con alrededor de 30 mil ejemplares en la ciudad, ya es considerada como una verdadera invasión.

Desde lo alto del cielo de la ciudad de La Plata, estas aves provocan cada vez más dolores de cabeza a los vecinos, testigos de una multiplicación que parece insoluble. Son bulliciosos y su excremento se junta en las veredas, balcones, toldos y automóviles estacionados. Y por si fuera poco, durante la última década han conquistado numerosos espacios antes reservados a la diversidad.

Hasta ahora los intentos locales de erradicación resultaron inútiles, ya que el ave ha logrado ampliar su área de reproducción a razón de 26 kilómetros por año. En su territorio acción hace uso de una gran variedad de sitios de anidación naturales y artificiales, entre estos, los agujeros de pájaros carpinteros o los que se producen por la degradación natural de la vegetación.

El estornino ha sido introducido en numerosos países y “actualmente es considerada una de las 100 especies más invasoras del mundo”, cuenta Lucía Ibañez, ornitóloga de la UNLP y autora de un estudio único sobre esta especie en el país.
Según las estimaciones de especialistas, la población mundial del estornino pinto es de 310 millones de individuos, y se cree que esta cantidad no está disminuyendo de manera significativa.

Ibañez destaca que en la ciudad de La Plata “hay alrededor de cuarenta dormideros distribuidos por los barrios, compuestos cada uno por entre 200 y 1000 ejemplares, lo que puede dar una cifra aproximada de la población total en la región, aunque son números difíciles de calcular por las características propias de la especie”.

Los estorninos están todo el año presentes en la ciudad, aunque el tamaño de las bandadas disminuye entre septiembre y diciembre. Esto es así porque durante la época reproductiva se dispersan para anidar, utilizando principalmente agujeros en árboles, y si estos agujeros se encuentran ocupados por otra especie pueden desplazarla para ocupar su lugar.

El Estornino Pinto, también conocido como Sturnus vulgaris, es un ave nativa de Europa, Oeste de Asia y norte de África que llegó al país en la década del 80 y comenzó a ser observada en algunos lugares de la ciudad de Buenos Aires. A partir de ese momento se pudo constatar un aumento importante en la cantidad de ejemplares por bandada y su expansión gradual a distintas provincias.

En algunos lugares es considerado beneficioso para el control de plagas y por eso fue introducido, pero esto no evita que, a su vez, sea catalogado como tal, especialmente por las grandes bandadas que arrecian en zonas urbanas creando problemas por el ruido que producen, la acumulación de excrementos y el olor consecuente.

La investigadora de la UNLP destaca que la presencia del estornino “está muy asociada a los grandes centros urbanos, donde al atardecer se reúnen en grandes bandadas para pasar la noche en los denominados “dormideros”, grupos de árboles donde las aves encuentran refugio contra depredadores y contra condiciones climáticas adversas.

Además, “en las zonas periurbanas encuentran sitios con alimento y abundantes árboles con huecos para reproducirse”, puntualiza Ibañez. El estornino “es omnívoro y nidifica en una gran variedad de sitios. Tiene una alta tasa reproductiva y una gran flexibilidad en el comportamiento, estas características la convierten en una especie muy exitosa en los distintos sitios donde es introducida”, agrega la especialista.

Ibañez, quien se desempeña en la Sección de Ornitología del Museo de La Plata, institución histórica de la UNLP, señala que a la hora de evaluar la presencia del ave en la ciudad es importante diferenciar entre los nidos y los dormideros en los árboles del centro, ya que son estos últimos los más visibles y son “donde se reúnen y pasan la noche las bandadas” que se observan durante la tarde.

“Apenas amanece se van al campo a buscar comida, pero vuelven a las ciudades para protegerse, ya que en el casco urbano hay más temperatura y el riesgo de ser atacado por depredadores es menor”, apunta la especialista.

Respecto a la posibilidad de erradicar a los estorninos, Ibañez es terminante: “la erradicación actual del estornino en Argentina es prácticamente imposible. En distintos países donde fue introducido se han probado varios métodos para eliminarlos, pero luego de grandes esfuerzos económicos, no se ha observado una disminución significativa de la población”.

Si bien la expansión de esta ave invasora podría encontrarse limitada por barreras naturales como las zonas áridas o desérticas, el estornino ataca cultivos y “desplaza a las especies locales, constituyendo un peligro potencial para algunas actividades productivas humanas y la fauna autóctona”.

El estudio

Entre noviembre de 2010 y octubre de 2011, Ibañez realizó un censo de aves en el parque Pereyra Iraola que incluyó la búsqueda de nidos de estorninos y de otras especies, determinando, entre otras cosas, que hoy el estornino “es, dentro de las especies que nidifican en cavidades, la de mayor densidad en la zona”.

Básicamente, el trabajo sirvió para determinar el nivel de competencia que tiene respecto a otras aves autóctonas o nativas, y su potencialidad como transmisora de parásitos en la zona noroeste de la provincia de Buenos Aires.

La investigadora de la UNLP cuenta en el estudio, -una tesis doctoral en Ciencias Naturales-, que para nidificar, que no es lo mismo que dormir, los estorninos utilizan “una gran variedad de cavidades, principalmente en árboles vivos pero también en árboles muertos y construcciones humanas como techos de viviendas y luminarias”.

Durante cuatro temporadas reproductivas, -de septiembre a diciembre, entre los años 2010 y 2013- la tesis analizó la biología reproductiva del estornino mediante el uso de “cajas nido”, dentro de las cuales construyeron un nido voluminoso “utilizando principalmente gramíneas y ramas, pero también hojas verdes y secas, corteza, líquenes, clavel del aire, vainas de leguminosas, flores, crines y estiércol de caballo, bolitas de barro y otros materiales artificiales”, dice Ibañez.

El alto promedio de natalidad, a razón de 3 pichones por nido, contrastó fuertemente con la tasa de mortalidad de la especie que, debido a cuestiones ambientales y alimenticias, alcanzó a casi el 70 por ciento de las crías relevadas en el estudio.

“La proporción de pichones que sobrevivieron por nido fue muy baja”, indicó Ibáñez, disminuyendo aún más “en las nidadas tardías, que se vieron afectadas negativamente por la temperatura ambiental”.

El estornino “es víctima de un parásito común en la zona, la Philornis, un díptero o mosca cuyas larvas afectan a muchas otras especies en la región. Todas las especies de parásitos que se encontraron en el estornino se hallaban previamente en la zona, por lo que el ave no habría transmitido otros parásitos a las aves nativas”, puntualizó Ibañez.

El trabajo de la investigadora de la UNLP constituye el primer estudio sobre los distintos aspectos de la invasión del Estornino Pinto en la Argentina, y aporta datos importantes para el conocimiento de la situación de esta especie en el Noreste de la provincia que podrían utilizarse en un futuro con el fin de implementar estrategias de control de la especie. (Prensa UNLP)

 


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